martes, 17 de agosto de 2010

LEOPOLDO MARECHALPoeta, narrador, dramaturgo y ensayista. maestro y profesor de enseñanza secundaria.

Una de las obras maximas de la literatura Argentina.
ADAN BUENOSAYRES.
Prólogo Indispensable


En cierta mañana de octubre de 192., casi al mediodía, seis hombres nos internábamos en el cementerio de Oeste, llevando a pulso un atúd de modesta factura (cuatro tablitas frágiles) cuya levedad era tanta, que nos parecia llevar en su interior, no la vencida carne de un hombre muerto, sino la materia sutil de un poema concluido. El astrólogo Schultze y yo empuñabamos las manijas de la cabecera, Franky Amundsen y Del Solar habían tomado las de los pies: al frente avanzaba Luis Pereda, fortachón y bamboleante como un jabalí ciego; detrás iba Samuel Tesler, exhibiendo un gran rosario de cuentas negras que manoseaba con ostentosa devoción. La primavera reía sobre las tumbas, cantaba en el buche de los pájaros, ardía en los retoños vegetales, proclamaba entre cruces y epitafios su jubilosa incredulidad acerca de la muerte. Y no había lágrimas en nuestros ojos ni pesadumbre alguna en nuestros corazones; porque dentro de aquel ataúd sencillo (cuatro tablitas frágiles) nos parecía llevar no la pesada carne de un hombre muerto, sino la materia leve de un poema concluido. Llegamos a la fosa recién abierta: el ataúd fue bajado hasta el fondo. Redoblaron primero sobre la caja los terrones amigos, y a continuación las paladas brutales de los sepultureros. Arrodillado sobre la tierra gorda, Samuel Tesler oró un instante con orgullosos impudor, mientras que los enterradores aseguraban en la cabecera de la tumba una cruz de metal en cuyo negro corazón de hojalata se leía lo siguiente:


ADAN BUENOSAYRES

R.I.P.

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